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martes, 18 de septiembre de 2012

El Aucas de la esperanza


PATRICIO-DIAS-BLOG-HOMEEs difícil no ilusionarse con el querido Aucas. Lo malo es que a lo largo de su historia, cada ilusión ha llevado a amargas decepciones. Todos empujamos para que este año no sea así...

Ir al estadio del Aucas es toda una aventura, una experiencia que empieza desde la planificación para llegar al sur de Quito, para quienes empezamos viaje en el otro extremo. Hay que decidir bien las vías para viajar. En algunos momentos no es necesario darse el vueltón por la Nueva Oriental y basta con ir por la Occidental, tomar los túneles y luego enfrentarse a los miles de semáforos de la Mariscal Sucre. O incluso cruzar por el centro o por la Marín. Pero si los astros se juntan, la decisión puede derivar en un significativo atraso al partido que está a punto de jugar el Ídolo; peor todavía en domingo cuando se cierran las calles por el ciclo paseo.

Igual no importa si el tráfico es infernal, si en el viaje hay que soportar mucho calor o mucho frío. El estadio del Aucas, que no es el más bonito de los 3 que hay en Quito, tiene una calidez especial, que los otros escenarios, más bonitos o modernos, no tienen.

Es un estadio de contrastes, como el Aucas mismo lo es. Le dicen “La Caldera” pero sopla un viento de páramo que congela. Dicen que su hinchada es cada vez más entrada en años pero vemos corriendo por las gradas a decenas de niños y niñas con la misma camiseta que sus abuelos octogenarios.

Donde está el Aucas uno siente que sí es posible valorar lo mucho o poco que se ha logrado, sin darle mayor importancia porque el orgullo llega a raíz de lo que se es y no de lo que se tiene, como el Aucas.

Cuando juega el Aucas uno retrocede en la historia e imagina el Quito antiguo, las calles empedradas, al quiteño que se saca el sombrero para saludar o para galantear a una linda guambrita con un fino y respetuoso piropo. Aunque no lo hayamos vivido, podemos ver en nuestras mentes el árbol que dio nombre al estadio de El Ejido y hasta podemos imaginar el famoso tiro de Garnica, que por potente y preciso se bautizó como el “garnicazo”. En el Aucas es posible reconocer parte de la historia de nuestra ciudad y valorarla aún más.

Normalmente, aunque no siempre, estamos en la cabina de la radio. Desde ese lugar se puede ver casi toda el estadio, y muy particularmente la tribuna y el palco. Cada vez que voy a Chillogallo, vuelve a estremecerse mi cuerpo y a conmoverse mi corazón. El amor por el Aucas ha calado tan profundo en algunas personas, que no hay impedimento que sea insalvable con tal de estar junto a “Papá”.

Un grupo de personas mayores llegan acompañados de sus hijos y nietos. Su avanzada edad les obliga a subir las gradas lenta y cuidadosamente, haciendo pausas muy seguido para tomar aire y fuerzas para continuar. Llegan vestidos con los colores que amaron toda la vida, de pies a cabeza. A su lado, la familia que viste igual, cuida que no caigan, que no tropiecen. El Aucas une, solidariza.

Cuando salta el equipo, las nubes de humo, los papeles al aire y las serpentinas no diferencian a la hinchada del Aucas de ninguna otra del fútbol quiteño. Las matracas sí. Ese sonido estruendoso que sería tan molesto si no significara que ahí, donde suena una, hay un auquista batallando incansablemente porque continúe una tradición, un amor, un Ídolo.

Pero más todavía el grito de sus hinchas. El “tres rases por el Aucas” y la respuesta multitudinaria de “¡ras, ras, ras Aucas!” o el “Ídolo hay uno solo, Ídolo es Aucas pueblo, por siempre Ídolo” que materializa la lucha de miles de corazones en favor de una idea y un nombre inmortal.

Este fin de semana, el Aucas de la ilusión vuelve a su cancha a reencontrarse con los que nunca le han abandonado. Quiere dar un salto más en esta escalera llena de trampas y espinas que ha significado la Segunda Categoría.

El resto de equipos, sobre todo los de Pichincha a los que ya superó en primera etapa, rezan porque se quede un año más aunque sea, para seguir disfrutando de taquillas que no volverán a tener jamás, de una exposición mediática que jamás soñaron y para seguir teniendo el privilegio de enfrentar al mítico y popular equipo.

Y arriba, más de uno cruzará los dedos y deseará suerte al eterno rival que tanto se ha hecho extrañar en estos 6 años; para volverlo a enfrentar, para que los clásicos no mueran ni queden solo en los papeles.

¡Qué vuelva el Aucas!, grito a todo pulmón y los 4 vientos responden con esas ráfagas que retumban en verano: ¡que vuelva! ¡Que viva el Aucas! Vuelvo a la carga y yo mismo me pregunto, ¿Acaso los inmortales pueden dejar de vivir? Aucas inmortal, el de la esperanza.

Redactado por 
Patricio Javier Diaz 
Diario La Red

Nota tomada de

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